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Uno de nuestros
más antiguos logros como seres vivos racionales, se dice, tuvo lugar
sobre el año 3500 A.C. cuando los Mesopotámicos sustituyeron
las guías de sus trineos por ruedas montadas sobre ejes fijos. Podemos,
con bastante certeza, fijar los orígenes de la rueda. Sin embargo,
no disponemos de evidencias que nos permitan señalar con seguridad
cuando comenzó el uso de la cuerda.
El uso de la carreta
sobre ejes, o del trineo, con toda seguridad necesitó de la cuerda
para sujetar la carga a los animales que la transportaban. Enredaderas
silvestres, tiras de piel animal, y otros materiales comunes fueron utilizados,
sin duda, en los albores de nuestro aprendizaje para atar, amarrar, juntar,
transportar, unir, dominar, sojuzgar. Aún así, las más
antiguas narraciones sobre el uso de la cuerda nos llegan sólo en
torno al año 3500 D.C., cuando los egipcios comenzaron a tejer el
papiro, cáñamo y otras plantas fibrosas.
Algunos primates se
sirven de artilugios rudimentarios, tales como pequeñas ramas pegajosas,
para extaer las termitas de su escondite. He leído muchos libros,
conversado con muchos antropólogos, y discutido el asunto con amigos
compartiendo una copa de vino, pero no he sido capaz de conocer, de ningún
otro animal, salvo el ser humano, que utilice la cuerda.
He aprendido como fabricar
la cuerda; para mí, es un proceso netamente meditativo como ningún
otro que haya conocido, similar al estado de transformación trascendental
de la más inmaculada de las meditaciones.
Las consecuencias de
la cuerda son sublimes, prosaicas, ordinarias, insignes, sensuales,
eróticas, sagradas y profanas .
Mi costumbre de utilizar
motivos de cuerda, impregnando mi obra, es un intento de evocar todas esas
tendencias humanas a través de las siempre cambiantes aunque inalterables
apariencias de la cuerda. |